Por tanto, ya podemos captar los bienes que se nos han prometido si seguimos manteniendo
en nosotros ese espíritu de dolor o, mejor aún, el dolor del espíritu, o sea, esa amargura penetrante que tiene el medicamento espiritual por el que debe comenzar toda nuestra obra, porque no debemos olvidar que estamos todavía en el desierto y que no vislumbramos la tierra prometida nada más que por los relatos y las imágenes que nos ofrecen los fieles enviados que la han recorrido y, si resulta ser un consuelo para nosotros tener que esperar una herencia tan magnífica, no debemos perder de vista el único camino que puede llevarnos a ella.
Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .