“Terra legit carnem tumulum circumvolet umbra, Orcus habet manes, spiritus astra petit”. Así dice Ovidio
al tratar de la trina naturaleza del alma humana. Sin embargo, todas estas definiciones han de someterse al escrupuloso análisis de la filosofía, porque, por desgracia, muchos eruditos olvidan que la modificación de los idiomas y la terminología simbólica empleada por los antiguos místicos han inducido a error a gran número de traductores e intérpretes que leyeron literalmente las frases de los alquimistas medioevales, del mismo modo que los modernos eruditos no advierten el simbolismo de Platón. Algún día lo comprenderán debidamente y echarán de ver que la filosofía antigua, como también la moderna, se valió del método de extrema necesidad, y que desde los orígenes de la especie humana estuvo la verdad bajo la salvaguarda de los adeptos del santuario. Entonces se convencerán de que tan sólo eran aparentes las diferencias de credos y ceremonias, pues los depositarios de la primitiva revelación divina; que habían resuelto cuantos problemas caen bajo el dominio de la mente humana, formaban una comunidad universal, científica y religiosa, que en continua cadena circula el globo. A la filosofía y a la psicología les toca buscar los eslabones extremos, y luego de hallados, siquiera uno solo, seguir escrupulosamente el encadenamiento que nos eleve a desentrañar el misterio de las antiguas religiones.
H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .