Siento que es importante que aprendamos a ser muy sencillos con nosotros mismos, lo cual
es una de las cosas más difíciles que hay; jamás somos sencillos. Nuestra mente es muy compleja, nuestro tan cultivado intelecto es muy sofisticado: tiene innumerables razones para hacer y no hacer esto o aquello. La sencillez de que estamos hablando no consiste de ningún modo en vivir en la suciedad y en la escualidez con muy pocas ropas, sino que es la sencillez de la percepción directa, de ver algo claramente; y el ver es el actuar. Esto produce realmente una sencillez extraordinaria en la acción. Cuando ustedes hacen algo sin dedicar a ello mucho esfuerzo mental, porque pueden verlo muy claramente sin distorsión alguna, entonces ahí está realmente “lo que es”. Y este mismo ver y actuar traen consigo un extraordinario sentido de libertad. Sin esta libertad no como una idea sino estando verdaderamente libres en lo interno-, no alcanzo a ver cómo es posible comprender la vida con toda su enorme complejidad de problemas, exigencias, actividades y búsquedas. Pero, desgraciadamente, la mayoría de nosotros no quiere ser libre; la libertad es un peligro, es algo que debe evitarse o, cuando está ahí, debe ser controlado, puesto en una jaula. Y la mente hace eso notablemente bien, sabe poner la libertad en una trampa y retenerla ahí. ¡Tenemos tantas preguntas! ¿Qué he de hacer viviendo en este mundo violento, demente, brutal y cruel? ¿Cuál es mi relación con el resto del mundo? ¿Cómo he de actuar en esa relación? Todos éstos son problemas muy serios. La mayoría de nosotros trata de producir alguna actividad periférica, quiere reformar o corregir el mundo. Decimos: “Veo muy claramente la necesidad de no ser violento, porque entonces, de algún modo, debo de afectar al mundo”. Pienso que sí, que uno afecta tremendamente al mundo si en lo interno uno es violento, no como una idea sino efectivamente. Vivir cada día, en un estado de paz interior, una vida no competitiva, no ambiciosa ni envidiosa, una vida que no engendre antagonismo. Entonces, viviendo en este mundo, tengo una relación con él. Vean, lo que soy importa enormemente, porque yo he creado esta sociedad; yo la he formado con mis requerimientos, mis prejuicios, mis odios, mis religiones y mi nacionalismo. Yo he dividido el mundo en fragmentos y, si en mí mismo estoy dividido, mi relación con el mundo estará fragmentada y tendrá muy poco significado. Pero si no funciono en fragmentos sino que actúo de una manera completa, total, entonces tengo una relación enteramente distinta con el mundo. Pero nosotros queremos que se nos diga mediante palabras, imágenes y símbolos, qué clase de relación será ésa; queremos el modelo de esta relación de un individuo libre cuya acción es completa. Pero la palabra, el símbolo, no es el hecho; sin embargo, nos satisfacemos con palabras y explicaciones. Si en cambio pudiéramos, como individuos, realizar dentro de nosotros mismos un mundo no fragmentario, entonces pienso que toda nuestra relación experimentaría una revolución tremenda. Y, después de todo, cualquier movimiento que valga la pena, cualquier acción que tenga un significado profundo, tiene que comenzar dentro de nosotros mismos, de cada uno de nosotros. Primero tengo que cambiar yo. Tengo que ver qué implica la naturaleza, la estructura de esa relación con el mundo; y el propio ver es el hacer. Por lo tanto, como ser humano que vive en este mundo, doy origen a una calidad por completo diferente, y esa calidad, me parece, es una mente religiosa.
Jiddu Krishnamurti . Encuentro Con la Vida .