Así como el trueno nace a la fuerza, la amenaza y el misterio, así es
la Voz de la Verdad en un varón fuerte. Así como el estampido del trueno se extiende de montaña a montaña, y así como cada montaña lo recoge y lo transmite a la otra, así es la Voz de Él, de nuestro Gobernante, nuestro Legislador, nuestro Guía y Amigo en quienes siguen la absoluta Verdad, la Verdad de su propia creación. Como la montaña tan llena de dignidad, de majestuoso sentimiento, así es el hombre que se halló a sí mismo, que creó su propio ideal, que a largos pasos se encamina a su meta. Un hombre así es valioso, un hombre así es aceptable, un hombre así debe ser caudillo de hombres, debe crear, debe renovar y fortalecer a lo débiles, a los que están en el valle, a los que están en la llanura, donde el trueno no es tan potente como en la montaña, donde sólo el varón fuerte es capaz de gozar y realmente apreciar el sentimiento de profundo pavor. Mas para el hombre débil, para el hombre de la llanura, no tiene el mismo significado y el sentimiento de belleza, la voz del trueno. El varón fuerte ha de ser el caudillo, ha de ser el jubiloso, porque para él esta Voz, esta belleza, este poder y esta fortaleza significan el fin de la indagación y el comienzo de una nueva vida. Tal varón fuerte debe ser tan jubiloso como aquellas copas de los árboles, aquellas delicadas ramas, aquellas pocas hojas juguete de los mudables vientos, aquellas hojas que son la delicia del sol, y que estáticas refulgen en aquella brillantez porque están más cerca del cielo. No luchan ni se fatigan; aunque llenas de vital poder, ceden y no saben lo que significa resistir. Son inconscientes de las raíces que les dan fuerza y las mantienen vivas, que crecen hacia abajo profundamente en el suelo, que luchan y crecen continuamente y que mucho sufren porque han de nutrir tan grandes alturas.
Jiddu Krishnamurti . El Reino de la Felicidad .