Tan imponente es la cuesta escalada por algunos y que otros tratan de escalar, que

al contemplarla por un esfuerzo de imaginación, se rinde extenuado el pensamiento ante la sola idea de tan interminable viaje. Desde el alma embrionaria del ínfimo salvaje hasta el alma espiritualmente perfecta, libre y triunfante del hombre divino, prosigue el largo proceso, y apenas puede concebirse que una contenga en germen todo lo que manifiesta otra, y que la diferencia entre ambas sólo sea de evolución, porque una está todavía en el comienzo de la “ascensión del hombre” que la otra concluye. Pero al pensar que por debajo del salvaje se extienden largas series de razas infrahumanas, animales, vegetales, minerales y esencias elementales, y que por encima del hombre perfecto se elevan en gradaciones infinitas las jerarquías superhumanas de Choans, Manús, Budas, Constructores y Lipikas, las poderosas cohortes que ningún mortal puede contar ni enumerar, entonces la evolución humana con sus grados tan diversos, se reduce a proporciones muy modestas, considerada como simple peldaño de una larguísima escala; y la ascensión humana es uno de los grados en la evolución de las vidas que, como no interrumpida cadena, se extienden, desde la esencia elemental hasta el esplendor del Dios manifestado.

Annie Besant . La sabiduría antigua .

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