cuya interpretación sólo cabe dar en el sentido de la aparición de la sexta raza

en la consecutiva evolución de las esferas (7), opina erróneamente Burges que el pasaje “está sin duda tomado de una cosmogonía, según la cual fue el hombre el último ser creado” (8). El que edita una obra ¿no tiene la obligación de por lo menos entender lo que dice el autor? Es opinión general, aun entre los críticos más serenos, que los sabios de la antigüedad no tuvieron de las ciencias experimentales el profundo conocimiento que tanto engríe a nuestro siglo. Algunos comentadores han sospechado que ignoraban el fundamental apotegma filosófico: ex nihilo nihil fit, y dicen que si algo sabían de la indestructibilidad de la materia, no era por deducción de principios firmemente establecidos, sino por intuición y analogía. Sin embargo, nosotros opinamos lo contrario, pues aunque las enseñanzas de los filósofos antiguos en lo concerniente a las cosas materiales fuesen públicas y estén sujetas a la crítica, sus doctrinas sobre las cosas espirituales fueron profundamente esotéricas, y movidos por el juramento de mantener en absoluto sigilo cuanto se refiriese a las relaciones entre el espíritu y la materia, rivalizaban unos con otros en ingeniosas trazas para encubrir sus verdaderas opiniones.

H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .

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