La pasión y el deseo, conjuntamente con el cuerpo-modelo astral, existen tanto en los hombres

como en los animales así como también en el reino vegetal, aunque en este último tenuemente desarrollados. En un cierto período de la evolución ningún otro principio material adicional se había desarollado, y los tres principios superiores de Mente, Alma y Espíritu, estaban simplemente latentes. Hasta este punto el hombre y el animal se encontraban al mismo nivel, porque lo bruto en nosotros se compone de las pasiones y del cuerpo astral. El desarrollo del gérmen de la Mente formó al hombre, porque ello es lo que constituye la gran diferencia. El Dios interno comienza con Manas, o la mente, y es ese conflicto entre este Dios y el bruto inferior, acerca del cual la Teosofía nos habla y nos previene. El principio inferior es llamado malo, sólo porque en comparación con el superior lo es; pero, aún así, el inferior es la base y medio de toda acción. No podemos elevarnos a menos que ese yo inferior primeramente se afirme en el deseo de mejorar. En este aspecto, al yo inferior se le llama Rajas o cualidad activa y mala, a fin de distinguirla de la de Tamas, o la tenebrosa cualidad de sombras y de indiferencia. La elevación no es posible a menos que Rajas se encuentre presente para dar el impulso; y por el ejercicio de este principio de pasión, todas las cualidades superiores son movidas finalmente a purificar y elevar nuestros deseos, a tal grado que éstos puedan estar continuamente basados en la verdad y el espíritu. Por medio de ésto, la Teosofía no indica que las pasiones deben ser saciadas, pues una doctrina más perniciosa que ésa jamás pudo existir; el precepto es que se haga uso de la actividad generada por el cuarto principio, con el fin de elevarnos constantemente y de no caer bajo el dominio de la cualidad tenebrosa que termina con la aniquilación, habiendo comenzado con el egoísmo y la indiferencia.

William Judge . El Oceano de la Teosofia .

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