Por su limpieza, deja que la atraviese una inmensa cantidad de rayos de luz que

os acercan los objetos más alejados y os esclarecen su naturaleza y el destino de todo lo que os rodea. Por su dulzura, os comunica afectos tan deliciosos que no encontráis nada en la tierra que pueda proporcionaros ningunos parecidos. Por su actividad, rompe en vosotros los humores más densos y les devuelve esa libre circulación sin la cual vuestros días no pueden prometer ninguna duración. Finalmente, por su propiedad inflamable, puede, en un instante, llevar el fuego al mismo tiempo a todo vuestro ser y poner en juego todas vuestras facultades espirituales y todos los órganos de estas facultades.

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

Índice