Dice Van Helmont: “El hombre es el espejo del universo y su trina naturaleza está

relacionada con todas las cosas. Todo ser viviente participa de la voluntad del Creador que dio el primer impulso a lo creado; pero al hombre, por su adicional espiritualidad, le corresponde mayor participación, y de su grado de materialidad depende la conciencia o inconciencia en el ejercicio de sus facultades mágicas aplicadas a los demás seres que con él comparten la potencialidad divina. El consciente y pleno ejercicio de estas facultades le capacita para dominar y guiar el alma universal (magnale magnum); pero en la mayor parte de los hombres y en los animales, vegetales y minerales, obra por sí mismo el fluido etéreo qu en todo penetra y los mueve con directos impulsos. Las criaturas sublunares, formadas del magnale magnum, se mantienen en relación con este fluido. El hombre está aliado con los cielos y posee la virtud celeste que en menor grado poseen asimismo los animales y quizás todas las cosas del universo, pues todas están en relación recíproca o, lo que es lo mismo, que Dios está en todas las cosas, según acertadamente dijeron los antiguos. Es preciso que la potencia mágica se actualice, lo mismo en el hombre externo que en el interno... Y si llamamos a esto poder mágico, el ignorante se asustará de la denominación, por lo que podremos llamarle poder espiritual (spirituale robur vocitaveris). Este poder mágico late en el hombre interno, pero por la relación de éste con el externo, ha de difundirse a través del hombre completo” (15).

H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .

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