Una parábola: Un día, El Señor Vishnu estaba sentado en una profunda cueva de una

montaña lejana meditando con su discípulo. Al completar la meditación, el discípulo estaba tan conmovido que se postró a los pies de Vishnu y le rogó que le dejase realizar algún servicio para su señor, como muestra de gratitud. Vishnu sonrió y negó con la cabeza: «Te resultará muy difícil recompensarme con acciones por lo que acabo de darte libremente.» «Por favor, señor», dijo el discípulo, «permíteme la gracia de servirte». «Muy bien», apaciguó Vishnu, «me gustaría un buen vaso de agua fresca». «De inmediato, señor», dijo el discípulo, y bajó corriendo la montaña cantando con alegría. Después de un rato, llegó a una pequeña casa junto a un hermoso valle y llamó a la puerta. «¿Podrían darme, por favor, un vaso de agua fresca para mi maestro?», exclamó. «Somos sannyasins errantes y no tenemos hogar en esta tierra.» Una muchacha admirable respondió a su llamada y le miró con adoración no disimulada. «Ah», susurró, «debes de servir a ese santo sagrado de la montaña lejana. Por favor, buen señor, entra en mi casa y otorga tu bendición en ella». «Perdona mi rudeza», contestó él, «pero tengo prisa. Debo volver junto a mi maestro con su agua inmediatamente». «A buen seguro, simplemente tu bendición no le molestará. Después de todo, es un gran santo, y como discípulo suyo estás obligado a ayudar a los que somos menos afortunados. Por favor», repitió ella, «tan solo tu bendición para mi humilde casa. Es un honor tan grande tenerte aquí y poder servir al señor a través de ti». Y según cuenta la historia, él se apaciguó y entró en la casa y lo bendijo todo allí. Y entonces era la hora de la cena y ella le convenció para que se quedara y extendiera su bendición compartiendo su comida, haciéndola también sagrada de esta manera. Y como era tarde y la montaña quedaba tan lejos, y podía resbalar en la oscuridad y derramar el agua, le persuadió para que durmiera allí esa noche y regresara por la mañana temprano. Pero por la mañana las vacas estaban doloridas porque no había nadie que la ayudara a ordeñarlas, y si él pudiera ayudarla solo esta vez, sería maravilloso; después de todo, las vacas son sagradas para el Señor Krishna y no deberían estar doloridas. Y los días se convirtieron en semanas, y él seguía allí. Se casaron y tuvieron numerosos hijos; trabajó la tierra y produjo buenas cosechas. Compró más terreno y lo puso en cultivo, y pronto sus vecinos empezaron a pedirle consejo y ayuda y él se los dio libremente. Su familia prosperó; se construyeron templos gracias a su esfuerzo, escuelas y hospitales sustituyeron a la jungla, y el valle se convirtió en una joya sobre la tierra. La armonía prevaleció donde solo había habido tierra salvaje, y muchos vinieron al valle cuando las nuevas de su paz y prosperidad circularon por toda la región. Allí no había pobreza o enfermedad y todos los hombres cantaban alabanzas a Dios mientras trabajaban. Él vio crecer a sus hijos, que tuvieron sus propios hijos, y todo estaba bien. Un día, cuando ya era un anciano, estaba sobre una pequeña colina mirando el valle y pensó en todo lo que había acontecido desde que había llegado: granjas y prosperidad feliz hasta donde alcanzaba la vista. Y se sintió contento. De repente hubo una ola gigantesca y, mientras miraba, inundó todo el valle, y en un instante todo desapareció. Esposa, hijos, granjas, escuelas, vecinos..., todo perdido. Observó atónito el holocausto que se extendía ante él. Y entonces vio montado sobre las aguas a su maestro, Vishnu, que le miró y sonrió con tristeza, y dijo: «¡Aún estoy esperando el agua!».

Osho . El Secreto de los Secretos: Charlas sobre el secreto de la Flor Dorada .

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