De la misma Revista Nacional entresacamos la siguiente curiosa denuncia: “¿Qué cándido no se admiró
hace un año de los sorprendentes efectos obtenidos del oxígeno? Con las mismas teorías que de Liebig hemos citado, Huxley y Tyndall lograron conmover los ánimos hasta la excitación... otro descubrimiento que no ha dejado de alarmar a los timoratos es que cada pensamiento va acompañado de una alteración de la substancia cerebral. Para estas cosas y otras por el estilo no han tenido las dos eminencias otro trabajo que hojear las páginas de Liebig, quien dice en una de sus obras (85): “La fisiología puede afirmar con suficientes indicios que todo pensamiento y toda sensación alteran constitutivamente la substancia cerebral; y que todo movimiento y manifestación de fuerza resulta de esa mudanza de la estructura o de la substancia del cerebro”. Así es que en las emocionantes conferencias de Tyndall echamos de ver las mismas ideas de Liebig, que a su vez son repetición de las de Demócrito y otros filósofos paganos. En suma, una mezcolanza de antiguas hipótesis expuestas con pariencias de formulas demostradas en la pintoresca, melosa e insinuante fraseología de este autor. Análogamente, la citada Revista Nacional demuestra la coincidencia entre los descubrimientos de Tyndall y Huxley y las ideas expuestas por Priestley en sus Disquisiciones sobre la materia y el espíritu y por Herder en su Filosofía de la Historia. Dice a este propósito el articulista: “No sufrió Priestley persecución alguna, porque se abstuvo de alardear de sus opiniones ateas. Este químico, descubridor del oxígeno, escribió ochenta volúmenes donde expuso teorías idénticas a las que tan asombrosas y audaces se consideran en boca de los científicos modernos... Nuestros lectores recordarán la sensación producida por las opiniones de algunos filósofos contemporáneos respecto del origen y naturaleza de las ideas. No obstante, nada tienen de nuevo dichas opiniones, porque, como dice Plutarco (86), “las ideas son incorpóreas y sin subsistencia por sí mismas; pero dan figura y forma a la materia amorfa cuyas manifestaciones determinan”. Verdaderamente que ningún ateo moderno, ni siquiera Huxley, superará en materialismo a Epicuro, sino que tan sólo podrán remedarle. Y el protoplasma de Huxley no es ni más ni menos que una repetición del concepto de los panteístas indos llamados swâbhâvikas, quienes afirman que todos los seres, dioses, hombres y animales nacen del swâbhâva o sea de su propia naturaleza” (87). “En cuanto a Epicuro, escuchemos lo que en sus labios pone Lucrecio: “El alma así engendrada ha de ser material porque material es su origen y de alimentos materiales se nutre y con el cuerpo crece, madura y decae, de modo que, sea de hombre o de bruto, ha de morir con él” (88). “Nuestro propósito es refrescar en el público inteligente y culto la memoria de los progresivos pensadores de la antigüedad, de modo que no se les eche en olvido. Deben recordarlos especialmente todos los que desde la cátedra, la tribuna y el púlpito aleccionan a las gentes. Si así lo hicieran, no habría tantas persecuciones infundadas ni tanta charlatanería ni, sobre todo, tanto plagio” (89).
H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .