Robert Eisler traduce ku-bu por «embriones divinos»; Thureau-Dangin, por «una especie de demonios»; Zim-mern, por
«aborto». Ruska cree que el término en cuestión no se refiere a «embriones», sino a «fetiches» o «protectores del trabajo de la fusión»7. El problema consiste, pues, en saber si ku-bu se refiere a los minerales dispuestos en los hornos, o designa ciertos espíritus, o más bien se refiere a abortos indispensables para el buen éxito de la fusión, en razón de su magia. No nos corresponde a nosotros tomar partido en esta discusión sobre filología mesopotámica, pero nos parece que cualquiera que sea la traducción que corresponda a ku-bu, este término tiene de todos modos un significado «embriológico». Thureau-Dangin recuerda que en el relato de la Creación (Enuma elish, IV, 136, I, 3) «ku-bu designa al cuerpo monstruoso de Tiamat, asimilado a un feto, con el cual el demonio se dispone a formar el mundo» (op. cit., p. 82). En los textos metalúrgicos, ku-bu puede así designar los minerales, la materia primera, «embrionaria», que será «formada» en los hornos. Las equivalencias paleo-orientales antes señaladas (cf. pp. 40-41) entre la mina y el útero confirmarían esta interpretación. Si R. Eisler tiene razón al traducir ku-bu por (minerales = ) «embriones», entonces el horno era conceptuado como una matriz que sustituía a la de la Madre Tierra y en la cual los minerales concluían su proceso de maduración. Los sacrificios verificados con tal ocasión serían, por tanto, comparables a los sacrificios obstétricos.
Mircea Eliade . Herreros y alquimistas .