Me parece que es importante comprender la naturaleza y la belleza de la observación, del
ver. Mientras la mente esté distorsionada en alguna forma por impulsos y sentimientos neuróticos, por miedo, sufrimiento, falta de salud, ambición, snobismo y la persecución del poder- no será posible que escuche, observe, vea. El arte de ver, escuchar, observar, no es cosa que pueda cultivarse, ni es una cuestión de evolución o desarrollo gradual. Cuando uno se da cuenta del peligro, hay acción inmediata, la respuesta instintiva e instantánea del cuerpo y de la memoria. Uno ha sido condicionado desde la infancia para enfrentarse al peligro de manera que la mente responda instantáneamente porque, de lo contrario, habría destrucción física. Nos preguntamos si es posible actuar en el mismo instante del ver, en el cual no existe condicionamiento alguno. ¿Puede una mente responder libre e instantáneamente a cualquier forma de distorsión y, por lo tanto, actuar? En otras palabras, la percepción, la acción y la expresión son todas una, no están divididas, fragmentadas. El ver es en sí la acción, y ésta es la expresión de ese ver. Cuando uno se da cuenta del temor, debe observarlo tan íntimamente que la observación en sí implique librarse del mismo, lo cual es acción. ¿Podríamos examinar eso esta mañana? Creo que es muy importante: quizá podríamos penetrar en lo desconocido. Pero una mente que está condicionada por sus propios temores, ambiciones, codicia, desesperación, etc., no puede penetrar en algo que requiere un ser extraordinariamente saludable, cuerdo, equilibrado y armonioso. De manera que nuestra pregunta es si la mente queriendo significar todo el ser- puede darse cuenta de alguna forma particular de perversión, de alguna forma particular de lucha, de violencia y, si viéndola, puede ponerle fin instantáneamente, y no de modo gradual. Esto implica no permitir que el tiempo intervenga entre la percepción y la acción. Cuando uno ve el peligro, no hay intervalo de tiempo: surge la acción instantánea. Estamos acostumbrados a la idea de que gradualmente nos volveremos sabios, iluminados, a través del observar y practicar día tras día. A eso estamos habituados, y ése es el patrón de nuestra cultura y nuestro condicionamiento. Ahora decimos que este proceso gradual de la mente para liberarse a sí misma del miedo y de la violencia, lo que hace es estimular el miedo y seguir fortaleciendo la violencia. ¿Es posible poner fin a la violencia -no sólo externamente, sino bien hondo en las propias raíces de nuestro ser- y poner fin al sentido de agresión, a la persecución del poder? ¿Podemos ponerle fin completamente en el mismo acto de verlo sin dejar que surja el factor tiempo? ¿Podemos discutir eso esta mañana? Usualmente permitimos que el tiempo surja como el intervalo entre el ver y el actuar, el espacio entre “lo que es” y “lo que debería ser”. Existe el deseo de deshacernos de lo que es para alcanzar algo o convertirnos en algo diferente. Debemos comprender ese intervalo de tiempo muy claramente. Pensamos en esos términos porque desde la niñez somos criados y educados para pensar que eventualmente, gradualmente, seremos algo. Uno puede ver que en el mundo exterior, en el campo tecnológico, el tiempo es necesario. No puedo llegar a ser un carpintero de primera clase, o un físico o matemático sin dedicar muchos años a ello. Uno puede tener la claridad no me gusta usar la palabra “intuición”- para comprender un problema matemático cuando uno es muy joven. Y se da cuenta de que a fin de cultivar la memoria requerida para aprender una nueva técnica o un nuevo idioma, el tiempo es absolutamente necesario. No es posible que hable alemán mañana; necesito muchos meses. No sé nada sobre electrónica y quizá necesite varios años para aprenderla. Por lo tanto, no confundamos el elemento tiempo que es necesario para aprender una técnica con el peligro de permitir que el tiempo interfiera con la percepción y la acción.
Jiddu Krishnamurti . El vuelo del águila .