Esta herencia venerable comprende, como acabamos de decir, la concepción embriológica de los minerales. Resulta
curioso observar cómo tradiciones tan numerosas como dispersas en el espacio demuestran la creencia en una finalidad de la Naturaleza. Si nada entorpece el proceso de gestación, todos los minerales se convierten con el paso del tiempo en oro. «Si no se produjesen impedimentos desde el exterior que estorban la ejecución de sus designios —escribía un alquimista occidental—, la Naturaleza acabaría siempre todas sus producciones (...). Por eso es por lo que debemos considerar el nacimiento de los metales imperfectos lo mismo que el de los Monstruos y los Abortos, que sólo llega porque la Naturaleza es desviada de sus actos y encuentra una resistencia que le ata las manos y también obstáculos que le impiden obrar tan regularmente como acostumbra (...). De ahí viene que, aunque su voluntad sea producir un solo metal, se vea, sin embargo, obligada a hacer otros muchos.» Pero, no obstante, tan sólo el oro es «el Hijo de sus deseos». El oro es «su hijo legítimo, porque sólo el oro constituye su legítima producción»18. La creencia en la metamorfosis natural de los metales es también bastante antigua en China, y puede asimismo hallarse en Anam, India e Insulindia. Los campesinos del Tonkín dicen: «El bronce negro es la madre del oro.» El oro es, pues, naturalmente, engendrado por el bronce. Pero esta transmutación no puede efectuarse más que si el bronce ha morado largo tiempo en el seno de la tierra. «Así, los Annamitas están convencidos de que el oro hallado en las minas se ha ido formando lentamente en tales sitios, en el transcurso de los siglos, y de que si se hubiera perforado el suelo en sus orígenes se habría encontrado bronce en lugar de oro en el sitio donde hoy se halla el oro» 18. La idea de una metamorfosis precipitada de los metales en China ya es atestiguada por un texto del año 122 a. de J. C, el Huai-nan-tzu 19. La alquimia no hacía sino acelerar el crecimiento de los metales; como su colega occidental, el alquimista chino contribuye a la obra de la Naturaleza, precipitando el ritmo del Tiempo. Todos los minerales, dejados en reposo en sus matrices ctónicas, habrían acabado por convertirse en oro, pero después de centenares o millares de siglos. Así como el metalúrgico transforma los «embriones» (minerales) en metales, acelerando el crecimiento comenzado en la Madre Tierra, el alquimista sueña con prolongar esta aceleración, coronándola con la transmutación final de todos los metales «ordinarios» en el metal «noble», que es el oro.
Mircea Eliade . Herreros y alquimistas .