Este beneficio consiste en multiplicar nuestras relaciones con la unidad suprema de tal modo que,

cuando hayamos alcanzado el número necesario de estas relaciones para que, por lo menos, empiece a notarse nuestra semejanza con ella, esta unidad suprema no teme en absoluto rendirse a la atracción divina que siente eternamente por su criatura y por su imagen; no teme sustituir con su acción pacífica y vivificante nuestras acciones penosas y trabajosas ni de apoderarse, tanto de nuestras unidades parciales como de nuestra unidad interior, de tal modo que nuestra marcha espiritual no resulte algo tan natural como si no hubiésemos dejado nunca de estar en la santidad. Finalmente, no teme actuar de tal manera que no encontremos en lo sucesivo repugnancia en nuestras obras; oscuridad, en nuestros conocimientos; fatiga, en la práctica del ejercicio de nuestras virtudes. Deliciosa perspectiva, de la que estamos tan apartados aquí abajo que hay que estar muy avanzados en la carrera para que nos parezca completamente ilusoria y quimérica.

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

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