El escepticismo sincero respecto a la inmortalidad del alma es una enfermedad, una deformación cerebral,
que ha existido en toda época. Así como algunas criaturas nacen envueltas en el omento, así también hay hombres incapaces de desprenderse durante toda su vida de la membrana que embota sus espirituales sentidos. Pero la vanidad es el verdadero sentimiento que les mueve a rechazar los fenómenos mágicos y espirituales, sin otro argumento que el siguiente: “Nosotros no podemos producir ni explicar estos fenómenos; por lo tanto, no existen ni nunca han existido. Hace unos treinta años, Salverte sorpendió a los “crédulos” con su obra: Filosofía de la magia, en la que pretendía explicar la causa operante de los milagros bíblicos y de los santuarios paganos. En resumen, los atribuye a largos años de observación, aparte de un profundo conocimiento de las ciencias físicas y metafísicas, en cuanto lo permitía la ignorancia de la época, con su secuela de imposturas, prestidigitación, ilusiones ópticas y fantasmagoría, que a fin de cuentas, convierten, según el autor, a los taumaturgos, profetas y magos, en pícaros y bribones, y al resto de los mortales en necios y bobos. De la índole y valía de las pruebas podrá colegir el lector por la que aduce el pasaje siguiente: “Aseguraban los entusiastas discípulos de Jámblico, que al orar se levantaba a diez codos del suelo, y engañados por esta metáfora han tenido los cristianos la candidez de atribuir el mismo milagro a Santa Clara y a San Francisco de Asís” (40). Según Salverte, los centenares de viajeros que atestiguan haber visto idéntico fenómeno en los fakires, serían todos unos embusteros o estarían alucinados. Sin embargo, hace poco tiempo, el eminente Crookes atestiguó un fenómeno de esta índole en condiciones que imposibilitaban todo fraude; y de la propia suerte habían aseverado lo mismo mucho tiempo antes infinidad de testigos, a quienes sistemáticamente se les niega crédito.
H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .