«Pobreza», «simplicidad», «infancia» o «niñez», no hay ahí más que una sola y misma cosa,

y el despojamiento que todos estos términos expresan aboca a una «extinción» que es, en realidad, la plenitud del ser, del mismo modo en que el «no-actuar» (won-wei) es la plenitud de la actividad, puesto que es de ahí de donde son derivadas todas las actividades particulares: «El Principio es siempre no-actuante, y sin embargo todo es hecho por Él» . El ser que es así llegado al punto central ha realizado por ello mismo la integralidad del estado humano: Es el «hombre verdadero» (tchenn-jen) del taoísmo, y cuando, partiendo de ese punto para elevarse a los estados superiores, haya cumplido la totalización perfecta de sus posibilidades, devendrá el «hombre divino» (cheun-jen), que es el «Hombre Universal» (El-Insâmul-Kâmil) del esoterismo musulmán. Así, puede decirse que son los «ricos» bajo el punto de vista de la manifestación quienes son verdaderamente «pobres» al respecto del Principio, e inversamente; es lo que expresa también muy claramente esta palabra del Evangelio: «Los últimos serán los primeros, y los primeros los últimos» ; y debemos constatar a este respecto, una vez más, el perfecto acuerdo de todas las doctrinas Tradicionales, que no son más que las expresiones diversas de la Verdad una.

Ariza Francisco . Apercepciones sobre el esoterismo islámico y el Taoísmo .

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