Pero lo que nos importa sobre todo es poner de manifiesto las creencias relativas al

nacimiento ginecomórfico de los minerales y, por consiguiente, la asimilación de las minas y cavernas a la matriz de la Madre Tierra. Los ríos sagrados de Mesopotamia tenían su fuente, según se decía, en el órgano generador de la Gran Diosa. Las fuentes de los ríos eran consideradas, así, como la vagina de la tierra. En babilonio el término pü significa a la vez «vagina» y fuente de un río. El sumerio buru significa «vagina» y «río». El término babilonio nagbu, «fuente», está emparentado con el hebreo neqebá, «hembra». En este mismo idioma la palabra «pozo» se utilÍ2a también con el significado de «mujer», «esposa». El vocablo egipcio bi significa «útero» al mismo tiempo que «galería de mina». Recordemos que las grutas y cavernas eran asimiladas también a la matriz de la Madre Tierra. El papel ritual de las cavernas, probado en la prehistoria, podría interpretarse igualmente como un retorno místico al seno de la «Madre», lo que explicaría tanto las sepulturas en las cavernas como los ritos de iniciación verificados en estos mismos lugares. Semejantes intuiciones arcacas resisten todos los embates a lo largo del tiempo. Ya hemos visto que el término delph (útero) se había conservado en el nombre de uno de los más sagrados santuarios del helenismo, Delfos. W. F. Jackson Knight observaba que en los tres sitios donde se hallaban las Sibilas había tierra roja: cerca de Cumae, cerca de Marpesos y en Epira (Cumaean Gates, p. 56). Y, como es sabido, las Sibilas estaban íntimamente ligadas al culto de las cavernas. La tierra roja simbolizaba la sangre de la Diosa.

Mircea Eliade . Herreros y alquimistas .

Índice