Pocas verdades tan profundas han dicho los científicos como la expuesta por Cooke en su
obra Nueva Química, al decir: “La historia de la ciencia nos demuestra que para arraigar y desarrollarse una verdad científica, es preciso que la época esté debidamente dispuesta a recibirla, pues muchas ideas no dieron fruto por haber caído en suelo estéril; pero tan luego como el tiempo puso el abono, la simiente echó raíces y más tarde frutos... “Todo estudiante se sorprende al ver el escaso número de verdades que aun los más preclaros talentos añadieron al acopio científico”. La transformación operada recientemente en la química es muy a propósito para llamar la atención de los químicos sobre el particular, que no causaría extrañeza si antelativamente se hubiesen estudiado con imparcial criterio las enseñanzas alquímicas. El puente que salva el abismo abierto entre la nueva química y la vieja alquimia es pequeño en comparación del tendido más audazamente al pasar de la teoría dualística a la unitaria. Así como Ampère fue fiador de Avogadro entre los químicos modernos, así también se verá algún día que la hipótesis del od, sustentada por Reichenbach, abre camino para estimar la valía de Paracelso. Hace tan sólo cincuenta años, se consideraba la molécula como el tipo unitario de las combinaciones químicas, y acaso no transcurra tanto tiempo sin que se reconozca el eminente mérito del místico suizo, quien dice en una de sus obras: “Conviene tener en cuenta que el imán es aquel espíritu de vida en el hombre sano, a quien el enfermo busca, y ambos están unidos al caos externo. De esta suerte, el enfermo inficiona al sano por atracción magnética”.
H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .