Esa es la meta a la que deben dirigirse todos nuestros esfuerzos y sin la
cual nos congratularíamos en vano de haber avanzado en la carrera de nuestro regreso a nuestro principio. Esto es también lo que nos ha restablecido en nuestro mismo trono y ha puesto a nuestros enemigos a nuestros pies. Al mismo tiempo. nos enseña cómo era nuestro poder en otros tiempos y cómo era el uso que habríamos debido hacer de él, ya que hoy día podemos hacer que sirva para lo mismo, pronunciando con fuerza esta palabra interna que constituye nuestro ser y que hace que tiemblen nuestros enemigos. No dejemos de contemplar esa meta sublime e indispensable a la que debemos dirigirnos; no descansemos, no escatimemos ningún esfuerzo hasta que sintamos que renacemos en esta facultad viva que es nuestra esencia y hasta que, por la fuerza de su virtud, hayamos expulsado de nosotros a todos los vendedores que han venido a instalar los puestos de su comercio en nuestro templo.
Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .