El amor por los árboles es, o debería ser, una parte de nuestra naturaleza, como
el respirar. Ellos son parte de la tierra como nosotros, están llenos de belleza y de un extraño retraimiento. ¡Tan quietos y espléndidos se los ve, tan repletos de hojas y de luz, proyectando largas sombras y desbordantes de júbilo cuando hay una tormenta! Cada hoja, aun las más altas, danza con la suave brisa, y las sombras son acogedoras bajo el intenso sol. Cuando uno se sienta con la espalda apoyada contra el tronco, si se queda muy quieto establece una relación perdurable con la naturaleza. Casi todas las personas han perdido tal relación; ven todas esas montañas, los valles, los torrentes, cuando pasan por allí en sus automóviles o cuando parloteando suben a pie por los cerros, pero están demasiado absortas en sus propios problemas como para permanecer en silencio y mirar. Una única columna de humo se eleva atravesando el valle, y abajo pasa un camión cargado con troncos de árboles recién talados que aún conservan su corteza. Un grupo de chicas y muchachos pasa cerca charlando y rompiendo la quietud del bosque.
Jiddu Krishnamurti . Encuentro Con la Vida .