Todos los santos son hermosos. No es que sus cuerpos sean siempre hermosos, no. Pero

están llenos de un arrobamiento desconocido que te roza, una gracia que inunda el medio que los rodea. Generan su propio clima y, estén donde estén, de repente uno siente que el clima ha cambiado. Y es una fuerza tan intensa que no puedes mirar a sus cuerpos; sus cuerpos simplemente desaparecen, su carácter incorpóreo es demasiado. Tu cuerpo se ve porque no hay en él carácter incorpóreo. Eres sólo el cuerpo; nada lo ilumina desde dentro. Eres como una lámpara apagada; por lo tanto, sólo se ve la lámpara. Cuando aparece la luz, te olvidas de la lámpara; cuando la luz sale de ella, ¿a quién le importa la lámpara? Y, si la luz es demasiada, ni siquiera puedes ver la lámpara. Todos los santos son hermosos. Todos los niños son hermosos. Fíjate en el hecho de que todo niño nace hermoso; no puedes encontrar un niño feo. Es muy, muy difícil encontrar un niño feo. Todos los niños nacen hermosos. ¿Qué sale mal después? Porque, después, no todas las personas son lindas. Todos los niños nacen con gracia, pero después algo sale mal; en algún punto, el crecimiento se detiene y todo se vuelve feo. Después, ya no se encuentra tanta gente linda en el mundo. Y, a medida que envejeces, te vuelves más y más feo. Debería ser exactamente al revés, si la vida se moviera en la dirección correcta. Si supieras cómo vivir en forma hermosa, cómo vivir con gracia, cómo vivir a través de lo divino y no a través del yo, el caso sería exactamente opuesto. Cada niño se volvería cada vez más lindo, y la vejez sería la culminación de la belleza. Así tendría que ser. Si la vida se ha vivido de acuerdo con las leyes de la naturaleza, Tao, Dhamma, si se ha seguido una disciplina interior, no forzada, si has amado, si has sido consciente y meditativo, te vuelves más hermoso día a día. Y un hombre viejo, que pasó por todos los tumultos, las subidas y bajadas de la vida, que conoció la madurez, que ahora se ha aclimatado, tendrá una belleza que nadie más puede tener. Todo el inundo tiene dos aspectos. Simplemente, observa a la gente. Digo que observes a la gente para que, finalmente, puedas observarte a ti mismo. Es muy difícil observarse a uno mismo, pues uno está muy cerca de sí mismo. Corno no hay distancia, se d f culta la observación.

Osho . El Dios de todos .

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