Estas citas, que sería fácil multiplicar, arrojan suficiente luz sobre el carácter de la alquimia

india: no es una prequímica, sino una técnica solidaria de otros métodos de la «fisiología sutil» elaborada por el Hatha-Yoga y el tantrismo y que persiguen una finalidad análoga: la transmutación del cuerpo y la conquista de la libertad. Esto resalta incluso en un texto como el Rasen-dracintamani, que da el mayor número de indicaciones sobre la preparación y uso del «mercurio muerto». Veamos el pasaje esencial. «Cuando el mercurio es matado con una cantidad igual de azufre purificado se vuelve cien veces más eficaz; cuando se le mata con una cantidad doble de azufre cura la lepra; muerto con una cantidad triple cura la fatiga mental; muerto con una cantidad cuádruple cambia los cabellos blancos en negros y hace desaparecer las arrugas; muerto con una cantidad cinco veces mayor cura la tisis; muerto con una cantidad seis veces mayor se convierte en una panacea para todos los males del hombre» (texto publicado por Ray, II, pp. 55-56). Es fácil darse pronta cuenta del valor «místico» de todas estas operaciones. Su valor científico propiamente químico es nulo: se sabe que la proporción máxima de la combinación del mercurio con azufre es de 25 a 4. Por encima de esta proporción el excedente de azufre se sublima sin combinarse. En el pasaje citado el autor del Rasendracintámani traduce en términos de operaciones químicas lugares comunes de la medicina mágica y del Hatha-Yoga sobre la panacea universal y el rejuvenecimiento.

Mircea Eliade . Herreros y alquimistas .

Índice