También están los momentos en que hay una gran crisis, un reto, o un gran

sufrimiento. Entonces la mente está extraordinariamente quieta por un instante porque ha recibido una sacudida. No sé si lo han observado. Cuando uno mira la montaña en el atardecer o temprano en la mañana, con esa luz extraordinaria sobre ella, las sombras, la inmensidad, la majestuosidad, el sentimiento de soledad profunda, cuando uno ve todo eso, la mente no puede absorberlo totalmente, por el momento está en completo silencio. Pero pronto se sobrepone a esa sacudida y responde conforme a su condicionamiento, a sus propios problemas personales, etc. De manera que hay un instante en que la mente está por completo silenciosa, pero no puede sostener ese sentimiento de absoluta quietud. Esa quietud puede ser producida por una emoción intensa. La mayoría de nosotros conoce esa sensación de absoluta quietud cuando hay una gran sacudida. Esta puede producirse en lo externo por algún incidente, o puede ser creada artificialmente en lo interno mediante una serie de preguntas imposibles como las que se formulan en alguna escuela Zen, o por algún estado imaginario, alguna fórmula que fuerza la mente a silenciarse -lo cual, evidentemente, es más bien infantil e inmaduro. Para una mente que es capaz de percibir en el sentido de que hemos estado hablando, esa percepción es acción. Para percibir, la mente tiene que estar por completo silenciosa; de otro modo ella no puede ver. Si quiero escuchar lo que usted está diciendo, tengo que escuchar silenciosamente. Cualquier pensamiento errabundo, cualquier interpretación de lo que usted está diciendo, cualquier sentido de resistencia, impide el verdadero escuchar.

Jiddu Krishnamurti . El vuelo del águila .

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