Hay un maravilloso relato indio acerca de un muchacho que deja su hogar para ir

en busca de la verdad. Acude a numerosos maestros recorriendo sin cesar diversas regiones del país, y cada maestro afirma una cosa u otra. Al cabo de muchos años, ya anciano, después de buscar y buscar, de interrogar, de meditar, de adoptar ciertas posturas, de respirar apropiadamente, de ayunar, de privarse del sexo y todo eso, regresa a su antigua casa. Apenas abre la puerta, allí está; la verdad está justamente ahí. ¿Comprende? Usted podrá decir: “La verdad no habría estado ahí si él no hubiera viajado por todas partes”. Ése es un comentario ingenioso, pero usted pierde la belleza del relato si no ve que la verdad no puede ser buscada. La verdad no es algo que pueda obtenerse, experimentarse, retenerse. Está ahí para quienes puedan verla. Pero casi todos nosotros estamos buscándola perpetuamente, pasando de una moda a otra, de una excitación a otra excitación, sacrificándonos (ya conoce todos esos desatinos que ocurren), pensando que el tiempo nos ayudará a dar con la verdad. El tiempo no lo hará. De modo que el problema es: Soy un hombre lógico y, no obstante, siento que existe algo misterioso pero no puedo aprehenderlo Puedo entenderlo, puedo verlo lógicamente pero no puedo contenerlo en mi corazón, en mi mente, en mis ojos, en mi sonrisa. El interlocutor dice: “Ayúdeme”. Si se me permite señalar algo: no pida ayuda a nadie, porque todo el afán está en usted y en usted está todo el misterio, si es que existe un misterio. Todo aquello por lo que el hombre ha luchado, todo lo que ha buscado, encontrado, descartado como ilusión, todo eso forma parte de su conciencia. Cuando usted pide ayuda perdóneme si señalo esto, lo hago con el mayor respeto, no cínicamente-, cuando pide ayuda está solicitando algo de afuera, solicita algo de otro. ¿Cómo sabe que el otro tiene esa condición de la verdad? A menos que usted mismo la tenga, jamás sabrá si el otro la tiene o no. Por lo tanto, y esto lo digo con gran afecto y solicitud, lo primero es que, por favor, no pida ayuda. Si la pide, entonces los sacerdotes, los gurús, los intérpretes, todos ellos lo ahogarán con su verborrea. Mientras que si mira el problema, ve que el problema es éste: El hombre, durante siglos y siglos, ha estado a la búsqueda de algo sagrado, de algo no corrompido por el tiempo, por todos los afanes del pensamiento. Lo ha buscado, lo ha deseado con ansia, se ha sacrificado, se ha torturado físicamente, ha ayunado por semanas, pero no lo ha encontrado. Entonces viene alguien y dice: “yo te lo mostraré, yo te ayudaré”. Con lo cual uno está perdido. Vea, cuando usted pregunta si hay algo profundamente misterioso, sagrado, el misterio existe sólo como un concepto; pero si lo descubre, ya no es más un misterio, es algo que está mucho más allá de todo concepto de misterio.

Jiddu Krishnamurti . Encuentro Con la Vida .

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