Los discípulos pueden compararse a las cuerdas de la Vina, eco del alma; la humanidad

a su caja armó¬nica; la mano que la pulsa, al soplo melodioso de la GRAN ALMA DEL MUNDO. La cuerda que no responde a la pulsación del Maestro, en dulce armonía con todas las demás, se rompe y se la arroja. Así deben ser las mentes colectivas de los Lanús-Sravakas.

H.P. Blavatsky . La voz del silencio .

Índice