Estas palabras se refieren en efecto a todas las substancias extrañas a nuestro ser, que
tenemos que vender si queremos ser perfectos, es decir, si queremos que el espíritu circule en nosotros en su plenitud y en su perfecta abundancia. Y entonces, sin ni siquiera salir de este mundo, tendremos un tesoro en los cielos o, mejor dicho, los cielos nos traen a nosotros sus propios tesoros y nos hacen partícipes de sus riquezas vivas, haciendo que sintamos continuamente su actividad estimulante.
Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .