Era una mañana fresca, muy bella. Y cuando uno escaló el sendero rocoso que lleva
hasta la cumbre, y miró hacia abajo en el valle y vio las hileras e hileras de naranjos, de aguacates, y los cerros que rodean el valle, era como si uno estuviera fuera de este mundo, tan completamente perdido se hallaba para todas las cosas, para la fatiga, para las feas acciones y reacciones del hombre. Uno dejaba atrás todo eso a medida que ascendía más y más por el sendero rocoso. Dejaba atrás, muy abajo, la vanidad, la arrogancia, la vulgaridad de los uniformes, de las condecoraciones que el hombre exhibe sobre todo su pecho, y la vanidad y las extrañas vestimentas de los sacerdotes. Todo eso quedaba atrás.
Jiddu Krishnamurti . El Último Diario .