Ouspensky era un gran buscador, un buscador de conocimientos. Cuando fue a ver a Gurdjieff
por primera vez, ya era un matemático, filósofo y pensador famoso en todo el mundo. Su libro principal, Tertium Organum, ya se había publicado. ¿Cómo se las arregló para escribir una obra tan hermosa? Solo un hombre despierto puede advertir unas pocas faltas, de otra forma es muy difícil hallarle defectos. Es casi perfecta, como si la hubiera escrito un buda. Pero cuando George Gurdjieff examinó el libro, lo ojeó aquí y allá y lo tiró fuera de la habitación. Y dijo: «¡Todo tonterías! ¡No sabes nada! ¿Y cómo vas a saber, si no eres? ¡Antes de saber hay que ser!» y Ouspensky había viajado por todo Oriente en busca de un maestro. Es una bella historia, casi una parábola. Había viajado por India, había ido a Ceilán, a Birmania. Había vivido en monasterios, en cuevas de los Himalayas. Había conocido a lamas y swamis y muchos místicos hindúes, pero nadie logró satisfacerle. ¿Por qué? Porque todo lo que decían no era más que una repetición de las escrituras que ya había estudiado. Ni una sola palabra era suya propia. Frustrado, volvió; regresó a Rusia, a Petrogrado, donde solía vivir. En Petrogrado, en una cafetería, conoció a Gurdjieff. Y ya en el primer encuentro, el maestro le miró..., y la revelación: «Éste es el hombre que he estado buscando. Ésta es la ciudad en la que he vivido toda mi vida, y ésta es la cafetería a la que he estado viniendo durante años, ¡y este hombre está sentado aquí, en la cafetería! Y le he estado buscando en Ceilán, en Nepal, en Cachemira, en lugares lejanos.» Lo primero que Gurdjieff le dijo a Ouspensky fue: «A menos que seas, no puedes saber nada. A menos que seas, no puedes hacer nada.» Y la paradoja es que solo eres cuando has desaparecido, cuando la palabra «yo» ya no es relevante. Estos sutras son las claves para crear ese estado búdico, en el que eres solo consciencia, nadie, lleno de luz pero vacío absoluto.
Osho . El Secreto de los Secretos: Charlas sobre el secreto de la Flor Dorada .