Vamos a discutir el asunto de la meditación, que es más bien complejo, y antes
de examinarlo, debemos ver claro en esta cuestión de la búsqueda, en este esforzarse tras la experiencia tratando de encontrar una realidad. Tenemos que comprender el significado de la búsqueda e investigación de la Verdad, el tanteo intelectual tras algo nuevo que no sea temporal, que no sea producto de nuestras exigencias, apremios y desesperación. ¿Puede la verdad ser encontrada mediante la búsqueda? ¿Es ella reconocible cuando la hemos encontrado? Si la encontramos, ¿podemos decir “ésta es la Verdad”, “esto es lo real”? ¿Tiene algún sentido la búsqueda? La mayoría de la gente religiosa está siempre hablando de buscar la verdad, y nosotros preguntamos si la verdad puede ser buscada en forma alguna. ¿En la idea de buscar y de encontrar, no existe también la idea de reconocimiento, la idea de que si encuentro algo debo ser capaz de reconocerlo? ¿No implica el reconocimiento que eso ya lo he conocido antes? ¿Es la verdad “reconocible”, en el sentido de haber sido ya experimentada, de manera que pueda uno decir “esto es la Verdad”? Así, ¿cuál es el valor del buscar en forma alguna? O, si no hay valor en ello, ¿está entonces el valor únicamente en la observación constante, en el escuchar constante, que no es lo mismo que buscar? Cuando existe la observación constante, no hay movimiento del pasado. “Observar” implica ver muy claramente, y para ver claramente tiene que haber libertad, libertad del resentimiento, de la enemistad, de cualquier prejuicio o rencor, libertad de todos esos recuerdos que hemos almacenado como conocimiento, los cuales nos impiden ver. Cuando existe esa calidad, esa clase de libertad con observación constante no sólo de las cosas externas sino también de lo interno- de lo que realmente está ocurriendo ¿qué necesidad hay entonces de buscar en absoluto? Porque todo está allí siendo observado; el hecho, “lo que es”. Pero tan pronto queremos cambiar “lo que es” en alguna otra cosa, tiene lugar el proceso de distorsión. En la observación libre, sin distorsión, sin evaluación, sin deseo alguno de placer, en ese puro observar, vemos que “lo que es” sufre un cambio extraordinario.
Jiddu Krishnamurti . El vuelo del águila .