Como nuestro Dios es un ser efectivo, todo debe ser efectivo en el que se
acerca a él, así como en lo que sale de él. Por eso, si lo hemos buscado con una penitencia efectiva, una humildad efectiva, un valor efectivo, no podemos du- dar que venga a nosotros con poderes efectivos, con dones efectivos, y que imprima en nosotros testimonios efectivos de su interés y de su efectividad. Pensemos también que, si por esa influencia efectiva Divina nos encontramos en una nueva situación efectiva de alegría, de luces, de fuerzas, de virtudes, de fe, de piedad, de santidad y si finalmente nos encontramos efectivamente en una atmósfera realmente viva, podemos esperar crear esa misma temperatura efectiva en todo lo que nos rodea, porque la efectividad verdadera y viva de nuestro Dios no pretende más que establecerse y difundirse, para que, siguien- do su deseo, todo esté lleno de él.
Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .