Si quieres conservar ese precioso vastago, aliméntalo todos los días con ios mismos elementos que

le han dado el nacimiento; haz que en todo momen- to vaya cayendo sobre él la sangre de la alianza que debe protegerlo de la espada del ángel exterminador. Es más, haz que penetre continuamente en sus venas esta misma sangre de la alianza que debe dar la muerte a todos los egip- cios y ha de ponerlo en situación de saquear un día los vasos de oro y plata con los que celebran festines de iniquidad. Deja que entre en sus venas esta sangre corrosiva, que no se permitirá el descanso sin haber terminado hasta con el mínimo vestigio del pecado. Verás entonces que los miembros de tu hijo van adquiriendo fuerza y consistencia.

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

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