Es una cuestión de simple lógica. Si la mujer dice sí, la reduces a un

mecanismo, para utilizarla. Y a nadie le gusta ser utilizado. Es el otro lado de la misma política de poder. El poder significa la capacidad para utilizar al otro, y cuando alguien te utiliza desaparece tu poder, quedas reducido a la impotencia. Ninguna mujer quiere que la utilicen, y es lo que lleváis haciendo desde hace siglos. El amor se ha convertido en algo feo. Debería ser esplendoroso, pero no lo es, porque el hombre utiliza a la mujer y a la mujer le molesta y se resiste a ello, naturalmente. No quiere verse reducida a un producto. Por eso vemos a los maridos moviendo la cola como perritos alrededor de sus esposas y a sus esposas con la actitud de estar por encima de todas estas tonterías, como de «soy mejor que tú». Las mujeres simulan que no les interesa el sexo, eso tan feo. Están tan interesadas como los hombres, pero el problema es que no pueden demostrarlo, porque si lo hacen, los hombres las reducen inmediatamente a la impotencia, empiezan a utilizarlas. Por eso les interesan otras cosas, como atraer a los hombres y después renegar de ellos. En eso consiste el júbilo del poder. Tirar de ti —como si estuvieras sujeto por cordeles, como una marioneta—, y después decirte que no, reducirte a una impotencia absoluta. Y tú, mientras tanto, agitando la cola como un perrito, mientras la mujer se divierte. Es una situación muy desagradable, y no debería seguir así. Es feo y desagradable porque se ha reducido el amor a la política de poder. Hay que cambiarlo. Tenemos que crear una nueva humanidad, y un mundo nuevo, en el que el amor no sea en absoluto un asunto de poder. Al menos hemos de apartar el amor de las garras de la política del poder; podemos dejar el dinero, la política, todo, pero hemos de sacar el amor de ahí. El amor es algo inmensamente valioso; no lo convirtáis en un producto de mercado. Pero eso es lo que ha ocurrido.

Osho . El libro del ego .

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