Así es como Ezequiel, unido a una de esas realidades, se traslada de Babilonia a
Jerusalén, para ver allí las abominaciones que cometían los sacerdotes en el templo y asustarlos inmediatamente con las terribles amenazas de la justicia del Señor; así es como Habacuc, unido a una de esas realidades, se traslada a Babilonia para llevar el alimento al profeta Daniel; así es como Felipe, unido a una de esas realidades, se traslada hasta el camino del eunuco de la reina de Etiopía, para abrirle los ojos sobre el espíritu de las santas escrituras; así es como San Pablo, unido a una de esas realidades, se traslada hasta el tercer cielo, donde oye cosas inefables. Así es como Job, David y todos los profetas del Señor, unidos a esas realidades, pasaban sus días y sus noches en la contemplación de las maravillas de Dios, en el gozo de la sensación de grandeza del hombre e incluso en los nutritivos dolores de la caridad, que. aunque sean mil veces más agudos que los dolores que paren al mundo, son. sin embargo, la ambición del hombre de Dios, porque sabe que en ellos debe encontrar el consuelo y la vida.
Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .