La verdadera edad del mundo ha estado envuelta en dudas por mucho tiempo para los

investigadores occidentales, quienes hasta el presente han mostrado una singular renuencia a seguir indicaciones de los anales del mundo Oriental, que es de mayor edad que el mundo Occidental. Sin embargo, los Orientales saben la verdad sobre el asunto. Está admitido que la civilización egipcia floreció hace muchos siglos, y puesto que no hay en existencia escuelas egipcias de enseñanza antigua para ofender el orgullo moderno, y quizás porque los Judíos "salieron de Egipto" para imponer sobre el progreso moderno una mal comprendida tradición mosáica, las inscripciones cinceladas en las rocas y escritas sobre papiro obtienen un poco más de crédito hoy que el pensamiento viviente y los anales de los hindúes. Porque estos últimos aún viven entre nosotros y no sería dable admitir que una raza pobre y conquistada poseyera conocimientos con respecto a la edad del hombre y del mundo, que la flor de los hombres cultivados, guerreros y conquistadores de Occidente, ignoran por completo. Desde que los frailes ignorantes y los teólogos de Asia Menor y de Europa lograron imponer la narración mosaica del génesis de la tierra y del hombre sobre la surgiente evolución occidental, los más sabios de nuestros hombres de ciencia han permanecido atemorizados frente a los años que han transcurrido desde Adán, o han sido deformados en su pensamiento y percepción cada vez que han vuelto sus ojos hacia cualquier otra cronología diferente a la de unas cuantas tribus de los hijos de Jacob. Aún la noble, antigua y silenciosa pirámide de Giza, vigilada por la Esfinge y el Memnon de piedra, ha sido degradada por Piazzi-Smyth y otros, al pretender ver en ella la prueba de que la pulgada inglesa debe prevalecer y que el "Domingo Continental" contraviene las leyes del Supremo, y sin embargo, en la narración mosáica, en donde uno esperaría encontrar una referencia a tal prueba como la de la pirámide, no podemos hallar ningún indicio de ella y sólo es mencionada la construcción, por el Rey Salomón, de un templo acerca del cual jamás ha habido una huella. Pero el Teósofo sabe por qué la tradición hebraica llegó a ser así un aparente atraso en la mente de Occidente; él conoce la relación entre el Judío y el Egipcio, lo que es y lo que va a ser la resurrección de los antiguos constructores de la pirámide del Valle del Nio, en donde han sido escondidos de los ojos profanos, los planos de esos antiguos maestros constructores, hasta que el retorno del ciclo permita su reaparición. Los judíos simplemente conservaron una parte de la sabiduría de Egipto, oculta bajo la letra de los libros de Moisés, y allí se encuentra aún hoy día en lo que ellos llaman la interpretación cabalística u oculta de las Escrituras. Pero las almas egipcias que colaboraron en el planeamiento de la pirámide de Giza, que tomaron parte en el gobierno egipcio, en su teología, su ciencia y su civilización, abandonaron su antigua raza; esa raza se extinguió y los antiguos egipcios continuaron su tarea en las surgientes razas de Occidente, especialmente en aquéllas que están ahora repoblando el continente americano. Cuando Egipto y la India eran más jóvenes había un constante intercambio entre ellos. En la opinión del Teósofo, ambas naciones pensaban similarmente, pero el destino dictó que de las dos, sólo los hindúes debían conservar las antiguas ideas entre los pueblos vivientes. Por lo tanto, tomaré de los anales Brahmánicos del Indostán la doctrina acerca de los días, las noches y los años de la vida de Brahma, quien representa el universo y los mundos. Esta doctrina de inmediato trastorna la interpretación por tan largo tiempo dada a la tradición mosáica, pero de pleno coincide con la narración evidente en el Génesis de otras y previas "creaciones", así como con la interpretación cabalística del versículo en el Viejo Testamento acerca de los Reyes de Edom, quienes ahí representan previos períodos de evolución, anteriores al que comenzó con Adán, y también coinciden con la creencia sostenida por algunos de los antiguos Padres Cristianos, quienes informaron a sus hermanos acerca de maravillosos mundos y creaciones anteriores.

William Judge . El Oceano de la Teosofia .

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