Al cabo de algún tiempo, los individuos designados para comprobar los experimentos de Crookes, hubieron

de atestiguar, de acuerdo con éste, las siguientes conclusiones: 1ª Que los fenómenos presenciados personalmente por ellos mismos, eran auténticos y de imposible simulación, por lo que no había más remedio que admitir la actuación de una fuerza desconocida. 2ª Que no les era posible afirmar si los fenómenos tenían por causa la acción de espíritus desencarnados, o entidades análogas; pero que eran innegables y contrariaban muchas hipótesis establecidas, así como también las leyes naturales (2). 3ª Que no obstante la combinación de esfuerzos para invalidar los fenómenos, hubieron de cerciorarse de su indisputable realidad, vislumbrando en ellos una fuerza natural, de ley todavía ignorada (3). Esto es precisamente lo que no satisfizo a los escépticos, porque antes de publicar el informe se había vaticinado la derrota de los espiritistas, y tal confesión por parte de los comisionados, hería en lo más vivo el amor propio de cuantos rehuyeron timoratamente las investigaciones. Era ya demasiado que burlasen las pesquisas de tan expertos físicos, unos vulgares y nefandos fenómenos tenidos hasta entonces, en opinión general de los doctos, por consejas de ayas o entretenimiento de criadas histéricas, y relegados al olvido por el Instituto de Francia. Una oleada de indignación cubrió el informe de los comisionados, según el mismo Crookes relata en su folleto La fuerza psíquica, encabezado muy hábilmente con la siguiente cita de Galvani: “Dos opuestas sectas me combaten: la de los que saben algo y la de los que no saben nada; pero estoy seguro de haber descubierto una de las mayores fuerzas naturales”. Después dice Crookes: “Tenían por seguro que el resultado de mis experimentos coincidiría con sus prejuicios y no deseaban la verdad, sino la corroboración de sus preconcebidas afirmaciones; pero al ver que los hechos resultantes de mis experiencias diferían de su opinión, se retractaron de sus anteriores excitaciones para la investigación de los fenómenos, diciendo: “Home es un hábil hechicero que nos ha engañado a todos”. “De la misma manera podía Crookes investigar las artimañas de un prestidigitador indo”. “Crookes debiera presentar testigos más fidedignos para que le creyéramos”. “La cosa es demasiado absurda para tomarla en serio”. “Si es imposible, no puede ser”. (Nunca declaré yo que fuera imposible, sino que era cierto). “A los investigadores se les ha sugestionado y por ello imaginaron ver lo que jamás hubo”. Así otros subterfugios por el estilo” (4). Todos cuantos de este modo se expresaron, redarguyeron además con hipótesis tan pueriles como la “cerebración inconsciente”, la contracción muscular involuntaria y la archiridícula del “chasquido de la rótula”, ansiosos de quitar toda importancia a la aparición de la nueva fuerza, hasta que al cabo de ignominiosos tropiezos se resolvieron al silencio, envueltos en el manto de la dignidad, no sin sacrificar a sus colegas en el altar de la opinión pública; pero al salir del palenque de la investigación, donde quedan campeones no tan temerosos, es muy posible que no vuelvan a entrar en él estos infortunados experimentadores (5).

H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .

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