Éste es el viejo juego. En el pasado se le llamaba «el juego del destino»:

el destino es responsable, tú no eres responsable. Éste es el mismo juego jugado con nombres nuevos y etiquetas nuevas, pero el truco es que tú no eres responsable. Por supuesto, te sientes un poco más feliz, pero no cambia nada. Tarde o temprano, esa felicidad desaparece porque la causa permanece donde estaba, la herida permanece: ¿qué importancia tiene quién te haya herido? Saber que te ha herido tu madre o tu padre o la sociedad o la iglesia, ¿qué importancia tiene? La herida sigue ahí, llena de pus, creciendo, haciéndose más grande cada día. Te puedes sentir un poco bien por el momento, aliviado: no eres responsable, eres solo una víctima. Puedes simpatizar contigo mismo, puedes tenerte lástima a ti mismo y puedes sentirte enfadado con otros, con los que han creado la herida. Pero éste no es un camino de transformación. La herida sigue ahí y la herida continuará creciendo; a la herida no le importa lo que pienses de ella. Tu manera de pensar le da lo mismo a la herida.

Osho . El Secreto de los Secretos: Charlas sobre el secreto de la Flor Dorada .

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