Para explorar, pues, en cualquier campo, tiene que haber libertad, libertad a fin de examinar
de tal modo que, en el examen mismo, no haya distorsión alguna. Cuando hay distorsión, detrás de esa distorsión existe un motivo, un motivo para hallar una respuesta, un motivo para lograr un deseo, una solución a nuestros problemas, un motivo que puede tener su base en la experiencia pasada, en el conocimiento pasado ¬y todo conocimiento es el pasado-. Dondequiera que haya un motivo tiene que haber distorsión. ¿Puede, entonces, nuestra mente estar libre de distorsión? Y examinar nuestra mente es examinar la mente común a toda la humanidad, porque el contenido de nuestra conciencia es el mismo que el de todos los seres humanos que, dondequiera que vivan, pasan por el mismo proceso de miedo, angustia, tortura, ansiedad y conflicto incesante, interna y externamente. Ésa es la conciencia común de la humanidad. Cuando examinamos, pues, nuestra propia conciencia, estamos investigando la conciencia del hombre; por lo tanto, no es un examen personal, individualista. Por el contrario, estamos investigando la conciencia del mundo, que es cada uno de nosotros. Y esto es un hecho cuando uno lo examina muy profundamente. Tener una mente libre plantea una exigencia tremenda; exige que uno, como ser humano, esté completamente comprometido con la transformación del contenido de la conciencia, porque el contenido constituye la conciencia. Y a nosotros nos interesa la transformación, la total transformación psicológica de esta conciencia. Para explorar esto se requiere una gran energía, una energía que aparece cuando no hay disipación energética. Uno disipa energías tratando de superar “lo que es”, de rechazar “lo que es” o escapar de ello, o de analizar “lo que es” (porque el analizador es lo analizado, el analizador no es diferente de aquello que él analiza). Como dijimos durante muchas de estas pláticas y por muchos años, ésa es una realidad fundamental. Nos estamos preguntando cuáles son el sentido y la significación de la vida y si tiene algún sentido en absoluto. Si ustedes dicen que lo tiene, ya se han comprometido con algo y, por lo tanto, no pueden examinar porque ya han comenzado con una distorsión. De igual modo, si dicen que la vida no tiene sentido, ésa es otra forma de distorsión. En consecuencia, uno tiene que estar libre de ambas afirmaciones, la positiva y la negativa. Y éste es el verdadero principio de la meditación. Los gurús, que brotan como hongos y desde la India se abalanzan sobre todo el mundo, han suministrado una gran cantidad de significados para esa palabra meditación. Está la meditación trascendental y yo desearía que no hubieran usado esa hermosa palabra-, que consiste en repetir determinadas palabras (¡entregadas por cierto precio!) tres veces al día durante veinte minutos. La repetición constante de cualquier clase de palabras nos da, ciertamente, una cualidad de quietud, porque hemos sometido al cerebro a una calma mecánica. Pero eso no es más trascendental que cualquier otra cosa. Y pensamos que por medio de esto experimentaremos algo que está más allá del proceso material del pensamiento.
Jiddu Krishnamurti . Encuentro Con la Vida .