Su vivificación como vehículo de la conciencia, consiste en que se le haga sensible a
las vibraciones que parten del interior; y la rapidez de esta vivificación depende de que la naturaleza inferior ayude en su obra a la más elevada, de que se someta lealmente a servir a su misterioso director. Cuando después de muchas y muchas vidas, la naturaleza inferior comienza a columbrar que existe sólo por el alma, que todo ese valor consiste en la ayuda que pueda proporcionarle y que sólo puede conquistar la inmortalidad fundiéndose en ella, proseguirá su evolución a pasos de gigante. Antes de esto la evolución ha sido inconsciente; al principio el único objeto de la vida era la satisfacción de la naturaleza inferior, y mientras esto fue preliminar necesario para despertar las energías del Pensador, nada propendió directamente a convertir el cuerpo en vehículo de conciencia. Su acción directa sobre ésta comienza cuando la vida del hombre establece su centro en el cuerpo mental, cuando el pensamiento comienza a dominar la sensación. Los poderes mentales en ejercicio actúan sobre le cerebro y el sistema nervioso, por cuya virtud se expele gradualmente la materia más grosera de que se compone este organismo, para dar sitio a materiales más finos que sean capaces de vibrar al unísono con las vibraciones del pensamiento que tratan de influirlo. El cerebro llega a ser así de constitución más delicada, aumentando, en circunvoluciones más y más complicadas la superficie total que ha de responder a las vibraciones mentales. El sistema nervioso, a su vez, adquiere más sutil equilibrio, se hace más vivo y sensible a las influencias de la actividad mental, y cuando llega la hora del reconocimiento de sus funciones como instrumento del alma, de que antes se ha hablado, coopera activamente la desempeño de estas funciones.
Annie Besant . La sabiduría antigua .