El hombre que, como es el pensamiento del Dios de los seres, se ha obser-
vado hasta el punto de que ha sometido sus propias facultades a la dirección y al origen de todos los pensamientos, ya no tiene dudas en su conducta espiri- tual, aunque no se encuentre protegido en su conducta temporal, si la debili- dad sigue arrastrándolo todavía a situaciones ajenas a su verdadero objetivo, pues, al buscar siempre este objetivo verdadero, debe esperar los socorros más eficaces, ya que, al tratar de seguirlo y alcanzarlo, sigue la voluntad Divina, que es la misma que lo empuja e invita a que se dedique a ello con ardor.
Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .