También verás en la ciudad santa un río de agua viva, clara como el cristal,

que manará del trono de Dios y del cordero, porque ya no ignoras que el hombre mismo es este arroyo que sale de ese río y que, por consiguiente, debe fluir eternamente, lo mismo que el que le da el nacimiento ininterrumpidamente.

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

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