Según ya dijimos, la fuerza psíquica de los modernos, de naturaleza idéntica al fluido terrestre

o sidéreo de los antiguos oráculos, es en sí una fuerza ciega. Cuando, por ejemplo, dos interlocutores sostienen un diálogo, su voz se transmite por las vibraciones de la misma masa de aire y en esto se conoce que están hablando. De la propia suerte, cuando el médium y la entidad espírita se comunican a través de un mismo agente, inferimos que hay allí una itneligencia en actuación, pues así como el aire es necesario para la transmisión del sonido, así también se necesitan corrientes etéreas o de luz astral, inteligentemente dirigidas, para la producción de los fenómenos psíquicos. En el vacío pneumático no podrían los interlocutores comunicarse sus pensamientos de viva voz, porque allí no hay aire que vibre. Análogamente tampoco podrá producirse manifestación alguna cuando un experto y potente hipnotizador haga el vacío psíquico en torno del médium, a no ser que otra inteligente voluntad, más poderosa todavía, venza la inercia astral establecida por el hipnotizador. Los antiguos acertaron a distinguir entre la actuación ciega y la actuación itneligente de una misma fuerza.

H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .

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