Examinemos algunos textos alquímicos indios propiamente dichos; aparentemente menos oscuros que las obras de los
alquimistas occidentales, no revelan, sin embargo, los verdaderos secretos de las operaciones. Pero no basta con que iluminen el terreno en que se sitúan las experiencias alquímicas y permitan poner en claro los fines que persiguen. Rasaratnákara, tratado atribuido a Nágárjuna, describe así al adepto: «Inteligente, devoto de su trabajo, sin pecados y dominador de sus pasiones.» El Rasaratnasamuccaya (VII, 30) es aún más preciso: «Solamente aquellos que aman la verdad, que han vencido las tentaciones v adoran a los dioses, aquellos aue son perfectamente dueños de sí mismos, que se han habituado a vivir siguiendo una dieta y un régimen apropiados, son los que pueden comprometerse en operaciones alquímicas» (P. C. Ray, I, p. 117). El laboratorio debe ser instalado en el bosque, leios de toda presencia impura (Rasaratnasamuccaya, en Rav, I, p. 115). El mismo texto (libro VI) enseña aue el discípulo debe respetar a su maestro y venerar a Siva, pues la alquimia ha sido revelada por el propio dios Siva. Además debe erigir un phallus mercurial a Siva y participar en ciertos ritos eróticos (Rav, 1, pp. 115-116), lo que demuestra con absoluta claridad la simbiosis tántrico-alquímica.
Mircea Eliade . Herreros y alquimistas .