Las montañas estaban plenas de soledad. Había estado lloviendo de vez en cuando y las

montañas, que con la luz eran verdes, se habían vuelto casi azules y en su plenitud hacían que los cielos se vieran ricos y hermosos. Reinaba un gran silencio, que era casi como el sonido de las rompientes cuando uno paseaba por la playa sobre la arena húmeda. Cerca del océano no había silencio excepto en el propio corazón, pero entre las montañas, en ese sendero sinuoso, el silencio estaba en todas partes. No podía oírse allí el ruido de la ciudad, el rugir del tráfico y el tronar de las olas.

Jiddu Krishnamurti . Encuentro Con la Vida .

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