Si uno está en contacto con algo, con su esposa, con sus hijos, con el

cielo, con las nubes, con cualquier hecho, ese contacto se pierde apenas interfiere el pensamiento. El pensamiento brota de la memoria. La memoria es la imagen, y desde allí mira uno; por lo tanto, hay una separación entre el observador y lo observado. Usted tiene que comprender esto muy a fondo. Es esta separación del observador y lo observado la que hace que el observador desee más experiencias, más sensaciones, y así está siempre persiguiéndolas, buscándolas. Tiene que estar absolutamente entendido que, en tanto haya un observador, el «uno» que busca experiencias, el censor, la entidad que evalúa, juzga, condena, no hay contacto inmediato con lo que es. Cuando usted experimenta dolor, un dolor físico, hay percepción directa; no existe el observador que experimenta el dolor; sólo hay dolor. Debido a que no hay un observador, existe una acción inmediata. Cuando hay dolor, no existe la idea y después la acción, sino tan sólo la acción, porque el contacto físico es directo. El dolor es usted; hay dolor. Mientras esto no se comprende, realiza, explora y percibe completa y profundamente, mientras no se capta en su totalidad no intelectualmente, no verbalmente que el observador es lo observado, toda la vida se convierte en un conflicto, en una contradicción entre deseos opuestos, entre «lo que debería ser» y «lo que es». Usted puede captar esto sólo cuando se da cuenta al mirar una flor o una nube o cualquier cosa, si está mirando eso como un observador.

Jiddu Krishnamurti . El Libro de la Vida .

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