Si, como hemos visto, la palabra es necesaria para establecer la palabra y, por consiguiente,

no podíamos ser resucitados en nuestra palabra nada más que por el verbo, no podemos ser resucitados en nuestras demás facultades nada más que por facultades análogas; en nuestro pensamiento, nada más que por el pensamiento; en nuestro movimiento, nada más que por el movimiento; en nuestra vida, nada más que por la vida; en nuestro espíritu, nada más que por el espíritu; en nuestras virtudes, nada más que por la virtud; en nuestras luces, nada más que por la luz. Por tanto, deberíamos estar en una movilidad y una actividad continuas, ya que los rayos más pequeños de lo que hay en nosotros deberían estar reactivados perpetuamente por las chispas similares que saltan incesantemente del fuego eterno de la vida.

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

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