Otras inteligencias de grado mucho más inferior, hombres que habían evolucionado en ciclos precedentes en
otro mundo, encarnaron también entre los descendientes de la raza que recibió sus almas infantiles del modo descrito. A medida que esta raza se desenvolvía, mejorábanse los tabernáculos humanos, y miríadas de almas que estaban esperando la oportunidad de encarnar, lo verificaron entre sus hijos. Estas almas, parcialmente desenvueltas, se mencionan también en los anales antiguos como Hijos de la Mente, porque poseían mentalidad, aunque relativamente poco desarrollada; almas niños, pudieran llamarse, para distinguirlas de las almas embrionarias de la masa de la humanidad y de las almas adultas de aquellos grandes Maestros. Estas almas niños, a causa de su más desenvuelta inteligencia, constituyeron los tipos directores en el mundo antiguo, las clases superiores en inteligencia, y, por tanto, aptas para adquirir conocimientos y para dominar a las masas de los hombres menos desarrollados. De este modo se han originado en el mundo las enormes diferencias mentales y morales que separan a las razas más desarrolladas de las menos desenvueltas, distinguiendo, aun dentro de los límites de una misma raza, al elevado pensador y al filósofo del tipo casi brutal de los hombres más perversos. Estas diferencias dependen sólo del grado de evolución, de la edad del alma, y han existido siempre en toda la historia de la humanidad de este globo. Retrocédase cuanto se pueda en los anales históricos, y se encontrarán siempre juntas la inteligencia elevada y la baja ignorancia; y los anales ocultos, que nos llevan aún mucho más lejos, cuentan parecida historia de los primeros milenios de la humanidad. No debe esto apenarnos, como si unos hubiesen sido indebidamente favorecidos y otros injustamente cargados para la lucha de la vida. El alma más elevada tuvo su juventud y su infancia allá en mundos anteriores, en donde otras almas estaban tan por encima de ella como están ahora otras por debajo; el alma más ínfima tienen que subir a donde se hallan las más altas; y almas aún no nacidas ocuparán su puesto en la escala de la evolución. Las cosas presentes parecen injustas porque sacamos a nuestro mundo fuera de su lugar en la evolución, y lo colocamos aparte, aislado, sin antecesores ni sucesores. Nuestra ignorancia es la que supone injusticia; los métodos de la Naturaleza son iguales, y a todos sus hijos de infancia, juventud y edad madura. No es culpa suya que nuestra necedad exija que todas las almas ocupen el mismo grado de evolución a un tiempo mismo, y grite “Injusticia” si la exigencia no se realiza.
Annie Besant . La sabiduría antigua .