Al fin de la séptima raza de la séptima ronda, es decir, al concluir el
manvantara, la cadena terrestre estará en disposición de transmitir a la que ha de sucederle los frutos de su vida. Estos frutos serán, por una parte, hombres perfectos y divinos, los Budas, Manús, Chohans y Maestros, prontos a emprender la tarea de guiar la evolución bajo las órdenes del Logos planetario; y por otra parte, multitud de entidades menos evolucionadas en sus respectivos estados de conciencia, que tendrán aun necesidad de experiencias físicas para actualizar sus posibilidades divinas. Después de nuestro manvantara, que es el cuarto, vendrán el quinto, sexto y séptimo, que aun se hallan envueltos en el misterio de lo porvenir. Después, el Logos planetario reunirá en sí todos los frutos de su evolución y entrará con sus hijos en un período de reposo y de felicidad. Nada podemos decir de este sublime estado. ¿Cómo podríamos, en la actual etapa de evolución, soñar siquiera su gloria inimaginable? Tan sólo sabemos, vagamente, que nuestros espíritus felices “entrarán en la alegría del Señor”, y al reposar en Él veremos extenderse ante nosotros infinitos horizontes de vida y de amor sublime, cumbres y abismos de poder y de goce, ilimitados como la Existencia Una, inagotables como el Único que Es.
Annie Besant . La sabiduría antigua .