¿Por qué siempre se invita a las funciones de la escuela a tantas personas ricas
e importantes? ¿Qué piensa usted? ¿No quiere que su padre sea un hombre importante? ¿No se siente orgulloso si él se convierte en miembro del parlamento y lo mencionan en los diarios? Si lo lleva a vivir en una gran casa, si viaja a Europa y regresa fumando un cigarro, ¿acaso eso no le complace? Vea, los ricos y los que tienen poder son muy útiles para las instituciones. La institución los halaga y ellos hacen algo por la institución, de modo que eso funciona en ambos sentidos. Pero la pregunta no es sólo por qué la escuela invita a sus funciones a personas importantes; es por qué también usted quiere ser una persona importante, o por qué quiere casarse con el hombre más rico, con el más conocido, o el más guapo. ¿No desean todos ustedes ser grandes en una cosa u otra? Y cuando tienen esos deseos, ya llevan dentro de sí la semilla de la corrupción. ¿Entiende lo que estoy diciendo? Deje de lado por el momento la cuestión de por qué la escuela invita a los ricos, porque también hay personas pobres en estas funciones. Pero, ¿se sienta alguno de ustedes cerca de los pobres, cerca de los aldeanos? ¿Lo hacen? ¿Y ha notado otra cosa extraordinaria: canto los sannyasis quieren instalarse en lugares destacados, cómo se abren paso hacia el frente? Todos queremos que se nos note, que se nos reconozca. El verdadero brahmán es aquel que no le pide nada a nadie, no por orgullo, sino porque es luz para sí mismo; pero nosotros hemos perdido todo eso. ¿Saben?, hay un relato maravilloso acerca de Alejandro cuando llegó a la India. Habiendo conquistado el país, quiso conocer al Primer Ministro que había creado semejante orden en la población y había logrado tal honestidad, tal incorruptibilidad entre la gente. Cuando el rey le explicó que el Primer Ministro era un brahmán que había regresado a su aldea, Alejandro pidió que viniera a verlo. El rey envió por el Primer Ministro, pero éste no quiso venir porque no tenía interés en alardear ante nadie. Desafortunadamente, hemos perdido ese espíritu. Estando internamente vacíos, embotados, doloridos, psicológicamente somos mendigos que siempre están buscando algo o alguien- que los aliente, que los sostenga, que les dé esperanzas, y por eso convertimos en desagradables, cosas que son normales. Está muy bien que un prominente funcionario oficial venga a colocar la piedra angular de un edificio, ¿qué hay de perjudicial en eso? Pero la corrupción está en todo el espíritu que hay tras ello. Ustedes nunca van a visitar a los aldeanos, ¿verdad? Jamás les hablan, jamás se compadecen de ellos, jamás advierten por sí mismos qué poco tienen ellos para comer, cómo trabajan interminablemente día tras día sin descanso; pero como sucede que les he señalado ciertas cosas, están ustedes dispuestos a criticar a otros. No se reúnan para criticar, eso es vano; vayan en cambio y descubran por sí mismos qué condiciones imperan en las aldeas y hagan algo ahí: planten un árbol, hablen con los lugareños, invítenlos a que vengan aquí, jueguen con sus hijos. Entonces encontrarán que surge una clase diferente de sociedad, porque en el país habrá amor. Una sociedad sin amor es como una tierra sin ríos, como un desierto; pero donde hay ríos la tierra es rica, tiene abundancia, tiene belleza. Casi todos nosotros crecemos sin amor, y por eso hemos creado una sociedad que es tan horrible como la gente que vive en ella.
Jiddu Krishnamurti . El Proposito de la Educacion .