La experiencia alquímica y la experiencia mágico-religiosa comparten, pues, elementos comunes o análogos. El empleo
de términos religiosos por los alquimistas occidentales no era necesariamente una precaución contra la censura eclesiástica. La opus alchymicum tenía analogías profundas con la vida mística. Georg von Welling escribe que «nuestra intención no es solamente enseñar a fabricar oro, sino también algo más elevado: que la Naturaleza puede ser vista y reconocida partiendo de Dios y Dios visto y reconocido en la Naturaleza» M. Un discípulo de Paracelso, Oswald Croll, afirma que los alquimistas son «hombres santos que por la virtud de su espíritu deificado han gozado los primeros frutos de la Resurrección en esta vida misma y han captado un primer sabor del Reino Celeste»35. Según el pensamiento de muchos alquimistas, la obtención de la Piedra filosofal equivaldría al conocimiento perfecto de Dios. Por eso es por lo que la Piedra hace posible la identificación de los principios contrarios. Según Basilio Valentino, «el mal debe convertirse en bien». Starkey describe la Piedra como «la reconciliación de los contrarios, hacedora de amistades entre los Enemigos» (textos citados por Gray, op. cit., p. 34). Aquí encontramos de nuevo el antiquísimo simbolismo de la coincidentia op-positorum, extendido umversalmente, que figura ya en los estadios arcaicos de la cultura y que servía para definir la realidad fundamental, el XJrgrund y el estado paradójico de la totalidad, de la perfección y, por consiguiente, la sacralidad y Dios.
Mircea Eliade . Herreros y alquimistas .